8 de septiembre de 2012

Penitencia


            De repente lo recordó todo.
Cuando era un joven cura, inocente e inexperto, había sido cobarde, ésa era la verdad. Sin saber qué hacer, de entre todas las posibles soluciones, había optado por estar del lado de su superior, había elegido cerrar los ojos y callar, había defraudado a los débiles e indefensos niños que le habían mirado pidiendo ayuda e incluso, aunque doliese recordarlo, una vez había llegado a caer en la tentación.
No duró mucho tiempo el dolor, al menos para él; poniendo como excusa una madre anciana, pidió un traslado de parroquia y se fue, seguro de que los gritos de las víctimas continuarían tras él aunque ya no los oyese.
Ahora, agonizando en el frío suelo de la iglesia, estaba seguro de haber reconocido su cara, estaba seguro de que la paz llegaba al fin.

9 comentarios:

  1. Dicen que nunca es tarde para arrepentirse, yo creo que no es cierto, al menos el arrepentimiento de este cura no servirá para recomponer las vidas que rompió su cobardía. Me gustó tu historia Luisa.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Estar seguro de que morirá en paz, es un alivio para él, pero mucho me temo que ... los otros no pensarán lo mismo.

    Agil penitencia la que hoy nos regalas Luisa. Quien cierra los ojos en vida : que no espere cerrarlos en su hora final y despertar reconciliado. Dificil cuestión.

    Besos Luisa.

    ResponderEliminar
  3. Duro relato Luísa por su contenido, aunque como siempre muy bien contado. Quizás encontró al final la paz, aunque estoy segura de que dicha paz no puede existir, porque las víctimas nunca la conocerán.

    Besos y un abrazo,

    ResponderEliminar
  4. LLegó tarde ese arrepentimiento. La cobardía, divina o no, acarrera daños difíciles de curar. Y hay gritos que nunca dejan de sonar.
    Interesante y bien narrado.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Se me han puesto los pelos de punta, Luisa. Tremendo relato.
    Solo con la muerte le llegó la paz. Cuando tu conciencia es tu propio juez, no sé si alguna vez llega el perdón...

    Un abrazo fuerte.

    ResponderEliminar
  6. Tremendo.Qué tarde llega el arrepentimiento y qué inservible resulta para las víctimas. Me dejó helada este relato, Luisa y lo contaste con maestría. Beso grande

    ResponderEliminar
  7. No es la solución, y a la victima si que no le habrá llegado la paz... Mejor estaría pagándolo en la cárcel, padeciendo lo que él hizo padecer...

    Abrazos, Luisa

    ResponderEliminar
  8. Veo que estás realista. Aquí en Sudamérica hemos tenido muchos de esos curas en los años oscuros, pero dicen las malas lenguas que ni después de muertos tendrán paz... claro, eso es cosa de creyentes.
    Un saludo.
    HD

    ResponderEliminar
  9. Ese arrepentimiento llega tarde y a las victimas dudo que les de alivio. Duro tu micro, Luisa, tanto como la realidad que retrata.

    Besitos

    ResponderEliminar