25 de octubre de 2017

El animal y el amor


Era grande, mucho más de lo que había imaginado. Entendió en ese momento por qué quien le cogía de la mano se había negado a contarle más cosas, por qué había insistido en que era mejor verlo.
El animal tenía una respiración ronca y profunda, que se podía oír desde bastante lejos. Además, con cada inspiración, al hincharse, lamía todo lo que le rodeaba y después, mientras parecía soltar el aire, dejaba tras de sí un rastro de espuma para justo después empezar a crecer de nuevo, como si quisiera comerte.
El niño levantó la cabeza:
-¿Y cómo dices que se llama, papá?
-Mar.
Y el pequeño se puso muy contento, pues el nombre que habían puesto al animal era el de la niña que le gustaba. Él era azul, del mismo color que sus ojos; y curiosamente, estando allí, sólo con mirarlo, notaba el mismo cosquilleo en el estómago que cuando, cogidos de la mano, salían a jugar juntos en el recreo.

(microrrelato incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)

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