8 de enero de 2018

Más que un flechazo

Como hacía siempre le mandé la foto del australiano confiando en que, más tarde, siendo nuestra relación más sólida, mi personalidad fuese la verdadera protagonista.
Pasamos días, tardes y noches absolutamente inolvidables pendientes de las pantallas de nuestros ordenadores; intercambiamos recuerdos, detalles, miedos y alegrías mientras aplazaba decirle que el hombre de la foto no era yo.
Evidentemente, cuando quedamos junto al cine, no me reconoció; pero, tras asegurarme de que no había confusión, me acerqué a ella y empecé a susurrarle al oído todos esos secretos que sólo yo podía conocer.
¿Qué le pasó por la cabeza? No lo sé. Supongo que ella y el australiano tienen un buen gancho, cada uno a su manera.

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